La piedra que es el clic. De la lucha entre lo ético y lo estético en la fotografía documental

La fotografía no va a cambiar el mundo, porque para hacerlo tendría que modificar al hombre y lamentablemente para la mayoría de las personas una foto es sólo una imagen referencial y no el advenimiento del sentido de la vida para la consciencia ética y estética del ser y el estar en el mundo.

La fotografía es el pensarnos ante el espejo del estar delante del ser que la propia vida coloca a diario frente a nosotros. De allí nuestra responsabilidad –o desafío- frente a aquella porción del espejo que nos invita a sentir la realidad abrumadora de la imagen reflejada.

Sea de la dinámica cotidiana o de la producción en estudio, aquella imagen reflejada llega a nosotros sobrepesada (reflejar es reflexionar) por otro observador generalmente más acostumbrado a la tarea de buscar aquellas dimensiones ocultas del imaginario humano articuladas en nuestro medio por nuestros propios actos (reflexionar y reflejar es actuar en la amplia dimensión del imaginario humano), aunque casi siempre ignoradas en el vértice de lo ordinario (vértice que torna todo siempre aparente, claro).

No quiere decir esto que la fotografía sea una ética ni una estética. No. La fotografía es la construcción de un discurso –visual y sensitivo- que se nutre de lo imaginario referencial a lo real redimensionado por las referencias vitales del hombre y va siempre a penetrar (invadir y poner al descubierto, es decir, revelar) en el sentido de la vida del ser humano. Siempre, de una manera o de otra, en lo ético y en lo estético.

Aplicada a lo documental, la fotografía asume el pleno sentido revelador. Ella descubre, invade, indaga y corrompe. Sí, el resultado final de la imagen fotográfica es la corrupción del origen, que en ella pierde la naturaleza primaria para tornarse simple referente o complejo advenimiento y es por eso que en cualquiera de los dos casos ella es abrumadora. Y el advenimiento es especialmente complicado delante de la reflexión documental, pues lo que sobrepesa en esta es siempre la ascensión del origen (del referente puro) a la imagen fotográfica, la llegada (solemne o no) de lo esperado tras lo que muestra la referencia inmediata, el medio que nosotros mismos creamos.

Veamos como uno de los casos de esta llegada solemne el trabajo fotográfico de Sebastião Salgado1, el complejo efecto del espejo que él coloca delante de aquellos que perciben sus imágenes como el acontecer profundo del sentido ético y estético de la vida en el mundo ordinario que hace mucho hemos asumido con la distancia del peregrino.

Es posible, si, observar el trabajo de Salgado como simple referente de hechos duros, injustos en el marco territorial de regiones que consideramos exóticas. De hecho, aquella dureza trabajada con maestría estética torna aún más exótico el paisaje territorial y humano en las imágenes fotográficas de Salgado –como en el caso del libro O berço da desigualdade, bellamente editado por la representación de la UNESCO en Brasil (Salgado, Sebastião y Buarque, Cristovam (2005,2006): O berço da desigualdade. UNESCO, Fundação Santillana, Brasil). En éste, quién puede negar el exotismo de imágenes como Somália – Escola para moças (Salgado 2005,2006: 52-53) o aquella que compone la portada, Brasil– Escola em um assentamento do MST (Salgado 2005,2006: 45), o la hermosura esteticista de aquel anaking / menino que aparece en Sul do sudão – Escola en um campo de expulsos pela guerra (Salgado 2055,2006: 59)?

Es obvio que el espejo del estar delante del ser que Salgado coloca frente al espectador no tiene función narcisista ni teatral. Este es distinto porque no forma parte de aquel grupo que convida a mirarse únicamente desde el punto de vista estético o desde el referencial, aún cuando en su dureza abrumadora consiga mantenerse gentil, elegante y educado.

La ascensión del origen referencial a la imagen fotográfica resulta en Salgado bastante compleja por cuanto su cuidadoso trabajo estético –casi un Ansel Adams de lo documental- hace que el referente transite de la revelación de lo real antiético hacia la belleza artística. He allí el relajamiento de lo revelado y al mismo tiempo la corrupción del sentido pleno del referente para el observador (De allí que resulte común encontrar el adjetivo “bonito” aplicado a las imágenes de Salgado. Simple: la realidad que revela es de una dureza antiética pavorosa, pero su concepción estética se sobrepone en la imagen a los ojos de espectadores ávidos de atenuar la dureza del mundo).

Menos solemne, o en verdad estéticamente nada majestuoso o elegante –aunque no menos fértil en su plasticidad- es el trabajo de otro documentalista brasileño, que transita el camino del contenido referencial ético, social y político en la fotografía: João Roberto Ripper2.

En sus imagens humanas Ripper parece libre de cualquier escala técnica o estética y todavía más de cualquier riesgo de representación exótica.

Más ocupado en liberar de complejidades la ascensión del origen referencial a la imagen fotográfica, el trabajo de Ripper se adhiere de forma absoluta al pleno sentido revelador de la fotografía documental: este obliga al espectador a confrontarse, a observar dentro de sí sin distracciones estéticas. Penetra, descubre y vulgariza al extremo de la dignidad aquello que ya ha sido vulgarizado por la corrupción del hombre, es decir, lo trae al vulgo sin demora y sin desvíos, lo informa social y políticamente y no estéticamente.

En Ripper no hay corrupción del sentido pleno del referente, lo que vemos es la perversión del sentido ético de la realidad abrumando siempre al espectador, como en el caso de João e Olga, uma história de amor e coragem (Ripper 2010: 21) o de la imagen de Uma criança carvoeira em Ribas do Rio Pardo (Ripper 2010: 49), las dos presentes en la muestra y en el libro-catálogo Imagens Humanas, editado por la Caixa Econômica Federal (Ripper, João Roberto (2010): Imagens Humanas. Caixa Econômica Federal, Brasil).

Ninguna de estas fotografías va a cambiar el mundo. Ni Salgado ni Ripper van a conseguir modificar con sus fotos la conducta depredadora del hombre –sea o no su intención. Sin embargo, lo que su trabajo trae al mundo es la ubicación de la fotografía como espejo del estar delante del ser que obliga al espectador a asumir el desafío de observar más allá de lo referencial, de localizar la imagen en lo reflexivo y con ello compartir su sobrepeso.

Resulta inevitable que la imagen en Salgado quede amarrada a la promesa estética, que su contenido sea percibido, asumido, invadido e indagado, en búsqueda de la belleza, de la elegancia y del exotismo, por más atroz que sea la situación captada por el fotógrafo, así como es difícil que al espectador de las imágenes de João Roberto Ripper le venga a la mente como primera idea o frase de calificación la de “imágenes bonitas”, y eso forma parte de la deliciosa y sorprendente realidad de aquella fotografía donde ética y estética luchan por un lugar de privilegio, a pesar de la intención inicial del fotógrafo y contra cualquier prerrogativa del espectador.


1 Sebastião Salgado, nacido en Brasil en 1944, radicado en París, Francia, se licenció en Ciencias Económicas en 1968 y concluyó un Doctorado en Economía por la Universidad de París en 1971. Empezó su carrera como fotógrafo en 1973. Ha viajado a más de 100 países para sus proyectos fotográficos, compilados en los libros: Outras Américas, Sahel el fin del camino, Trabalhadores: uma arqueología da era industrial, Migrações yO berço da desigualdade. Su trabajo fotográfico ha sido expuesto en todo el mundo. Salgado es Embajador de Buena Voluntad de la UNICEF. Ha recibido numerosos premios como reconocimiento a su trabajo, entre ellos: Premio “Eugene Smith for Humanitarian Photography” (Estados Unidos, 1982); Premio Rey de España (España, 1988); “Grand Prix National du Ministère de la Culture et de la Francophonie” (Francia, 1994); Premio Príncipe de Asturias para las Artes. Formó parte de la legendaria agencia Magnum Photos de 1979 a 1994, de donde se retiró para fundar su propia agencia, la Amazonas Images.

2 João Roberto Ripper, nacido en Brasil en 1955, ha desarrollado durante 35 años un trabajo fotográfico enfocado en el tema social, ético y político. Fue fundador de la organización no gubernamental Imagens da Terra, un centro de documentación fotográfica mediante el cual recorrió Brasil durante 10 años para mostrar realidades ocultas en un trabajo documental enfocado en los derechos humanos. También fundó y coordina la agencia-escuela Imagens do Povo, ubicada en la favela da Maré, concebida para formar fotógrafos populares con un nivel de excelencia que les garantice diplomas expedidos por la Universidad Federal Fluminense. Ripper es considerado un fotógrafo comprometido por actuar en el área de la denuncia y la inclusión social a través de la fotografía. Con sus proyectos fotográficos dedicados al área de derechos humanos se ha hecho merecedor de varios premios internacionales.

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